Jerónimo Hernández Almela. Párroco de la Iglesia de San Juan Bautista
¿Cómo se siente en Jumilla?
Estoy feliz y sorprendido. Feliz porque la acogida es maravillosa por la gente, porque este cambio viene de Dios y por la parroquia tan estupenda que me ha tocado. Sorprendido, porque yo no conocía Jumilla y es muy bonita, sus parques, jardines, monumentos, gastronomía, todo, tiene un abanico de posibilidades impresionante. Soy de la huerta murciana, de las Torres de Cotillas y es verdad que no conocía esta tierra. Quizá, en mi familia hemos tirado más para la parte de Andalucía o de la playa y no me han traído para este lugar tan maravilloso. Ha sido sorprendente conocer, por primera vez a los 36 años, esta tierra que me tiene superenamorado.
¿Y el contacto con los feligreses?
Creo que la palabra clave es gratitud, porque todo el mundo se ofrece. Que no te conozca y te abra las puertas de su casa, que la gente sea tan verdadera a la hora de ofrecer lo que tiene, me parece un terreno para trabajar supermaravilloso.
¿Con qué expectativas llega a nuestra ciudad?
El primer año siempre aconsejan que miremos, que nos hagamos parte de la realidad que deja el anterior párroco y de la realidad que la parroquia tiene. Me espera un 2023-2024 de mirar, de acompañar y de estar. Y creo, que a partir de septiembre del próximo año será un momento para proponer, siempre acorde a lo que la gente quiera.
¿Qué objetivo se plantea a priori?
Para mí, la clave de mi sacerdocio son los jóvenes, quizá por la edad que tengo, por la experiencia que he tenido de Dios, porque no es que mi vida haya sido siempre de una fe tan increíble como ahora, ver lo que Dios ha hecho conmigo y a través de las personas que lo ha hecho. Sin duda, la idea es acercar la fe a los jóvenes, a los matrimonios, sin olvidar a la gente mayor también. Con adoraciones, con formación, con charlas, con testimonios… Vivimos en una sociedad en la que necesitamos la verdad y la libertad. La grandeza está en conocerse a sí mismo. En mi caso, la grandeza de haberme hecho sacerdote. Tuve la oportunidad de encontrarme con un Dios que me hizo conocerme más y estar más abierto a la grandeza de esta vida, que es maravillosa.
¿Y cómo se enfrenta a ese reto de atraer a los jóvenes a la iglesia?
Los jóvenes de hoy en día solo tienen miedo al compromiso, al compromiso que no se conoce. A los jóvenes hay que ayudarles a que se enamoren, que se enamoren de ellos mismos y que puedan ver que hay algo que les ayuda a crecer: el deporte, la educación, la enseñanza, la fe. La herramienta más poderosa para trabajar con ellos es el enamoramiento.
Tiene fervor por la Semana Santa y tuvo la oportunidad de pregonar la de su tierra
No merecía tanto honor por parte del Cabildo Superior de Cofradías de las Torres de Cotillas. Mi familia está vinculada desde el primer momento en los años 70, y siempre han pertenecido a una cofradía. Yo nací en el seno de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y mi familia ha pertenecido a la del Resucitado y San Pedro. La sede ha estado incluso en mi casa, lo hemos mamado. En mi casa eran túnicas colgadas por todos lados, mi padre de reuniones y me he criado en ese ambiente cofrade. Por lo que el pregón fue un regalo, la verdad es que siempre había sido un deseo. Siempre pienso, el Señor es tremendo, no hace las cosas cuando nos apetece, sino cuando las necesitamos y este año era mi momento. Un pregón que fue un auténtico disfrute.
¿Conoce la Semana Santa de Jumilla?
Los que somos cofrades es muy raro vivir otra Semana Santa que no sea la de nuestro pueblo y es verdad que yo siempre he estado en mi tierra. Ahora se me abre la oportunidad de conocer una cultura, una tradición y un patrimonio que tiene Jumilla maravilloso y de lo que voy a ser partícipe. Ya han estado en la parroquia hermanos de la Cofradía del Rollo, así como el presidente de la Junta Central de Hermandades. Me han abierto una pequeña ventana, imagino que cuando se acerque la Cuaresma, empezarán a abrirme una gran puerta.
¿Cuándo sintió que su vocación era ésta?
Cuando cuento esto la que más se preocupa es mi madre. Ella siempre ha querido tener un hijo que trabajara cerca de casa. A los 19 años tuve la oportunidad de trabajar en el Ayuntamiento de mi pueblo, tres años ahí, incluso había conocido a una chica que la idea era emprender con ella algo importante. Y cuando parece que tienes la vida hilvanada, conocí a un sacerdote que llegaba a mi pueblo con una actitud muy juvenil, yo estaba enrolado en la Semana Santa y empecé a colaborar mucho en la parroquia. Lo veía y me atraía mucho su forma de ser, su forma de vivir las cosas, de expresarlas… y pensaba: ¿Por qué no puedo ser como este hombre? Nos invitó a hacer un viaje, un campamento, y en una pequeña conversación me preguntó: ¿Por qué no le das una oportunidad a Dios en tu vida? En ese momento, me planteé hacer un paréntesis y estuve un año de discernimiento, preguntándome qué podía querer el Señor de mí. Se requiere llevar una vida de fe, de oración, vivir fuera del materialismo, tratar a cada uno como se merece, mirar el corazón, coger las enseñanzas de Jesús y ponerlas en práctica. Ser sacerdote era vivir en el mundo, pero sin ser del mundo. Quería dar gracias a Dios por todo lo grande que me podía dar.
¿Y cómo toma la decisión finalmente?
Se lo dije a mis padres, pero no los vi convencidos y por hacerle la contra a mi madre (risas), me metí al seminario. Fueron años de mucha lucha. Me ordené con mucha ilusión, pero preguntando al Señor que me dijera para qué me ha elegido. El Señor me lo ha demostrado y me lo ha revelado. Un día descubrí por qué Dios me quiso para ser sacerdote y desde entonces vivo con una profundidad y una entrega que no cambiaría por nada del mundo. La del sacerdote es una vida de sufrimiento, pero que se lleva con mucha paz. Hay días muy felices en los que casas a alguien, la comunión de un chaval, un bautizo, pero al mes tengo cinco días de esos, los otros 25, son llamadas dolorosas, gente que necesita una palabra de aliento y consuelo, son hospitales, son cárceles… Y al final, gracias a que Dios te da la capacidad de ayudar a todo el que lo necesita, puedes continuar.
Y a partir de ahí, ¿cuáles fueron sus pasos?
Salí del seminario en el 2015 y me enviaron a Molina del Segura, mi primera realidad como sacerdote. A los dos meses y medio de estar, muere el párroco a consecuencia de un infarto. El obispo confió en mí y empezamos a llevar la parroquia. Fue un año muy especial, en el que se supone que debía estar aprendiendo, y pasé a primera fila. De ahí, el obispo me manda como párroco a las pedanías de Fuente Álamo y de Murcia, donde conocí la realidad de parroquias muy pequeñas, pero muy vivas. En 2018, decide enviarme a Fuente Álamo que es una parroquia más grande, con 9.000 habitantes, con una realidad muy viva, con cursos de cristiandad, mucho trabajo de Cáritas, lo que para mí fue un despegar mayor y maravilloso. Y todo lo he combinado con la cárcel, como capellán. Pienso que mi destino final son las misiones, pero me tengo que curtir mucho y espero que los jumillanos me ayudéis a ser más santo, más pequeño y a la vez, me hagáis grande con vosotros.
Y en cuanto a aficiones
Me gusta mucho el deporte, la lectura, el cine, también me gustan los coches y la gastronomía. Me encanta la convivencia en una mesa. Va a ser fácil verme en la piscina, en una cafetería, en el teatro, va a ser fácil verme en cualquier sitio. Jumilla es mi casa.
El día de mi toma de posesión fue el día de decir gracias Señor por este nuevo regalo. Vengo con el propósito de darlo todo, sería injusto que me guardara algo para mí. El Señor dice: Dar gratis, lo que gratis habéis recibido.