Editorial

La Semana Santa del año que viene llegará bastante tarde, ya que el día de Viernes de Dolores será el 11 de abril, o lo que es lo mismo, 21 días después que este año, por lo que la estancia en Jumilla del Cristo de la Columna, será de justo un mes, sin paréntesis alguno entre la propia Semana Santa y los actos de homenaje que se le tributan a la venerada imagen, como el quinario, ofrenda o la romería de regreso a su morada habitual, entre otros.


Dicen que cuando el calendario fija esta fiesta tan atrás, la meteorología suele acompañar. Esperemos que así sea, aunque es muy pronto todavía, lógicamente. No obstante, este año, después de haber tenido que estar obligados a mirar al cielo más de la cuenta, lo cierto es que nos podemos dar con un canto en los dientes, ya que ha habido ciudades tan semanasanteras como Sevilla que apenas ha visto un paso en la calle, y se han quedado sin lo más grande del Jueves Santo, la Madrugá, el Viernes Santo y la Resurrección. Aquí excepto Martes Santo que fue una lástima, y domingo que ya sabía desde mucho antes que iba a ser prácticamente imposible que saliera, lo demás se ha podido vivir, y solo el Viernes Santo por la noche hizo un tiempo desapacible y frío insoportable que dejó prácticamente vacías muchas calles del itinerario.
A lo largo de toda una vida, un año no es nada, así que 373 días, todavía es menos. Por lo que vamos a seguir trabajando, a pensar en mejorar, y a dejar que la renovación se imponga al clasicismo de polilla y alcanfor.